viernes, 26 de octubre de 2007

Quebrar el pacto de resignación.por Abel Posse


Las elecciones nacionales no son un trámite más en nuestra destartalada democracia. Para muchos se tratará de evitar que se arrasen los restos de republicanidad y que se consolide una administración carente de proyecto nacional y de respeto institucional. Mero poder con ambición de permanecer en el poder.

Nos hemos acostumbrado a digerir como anécdotas los pasos de una realidad dramática de corrupción, patanería y violencia: la bolsa de plata fresca en la letrina ministerial, Skanska, donde los millones de dólares de obra empatan con los de coima; Picolotti, Santa Cruz y la hartura de la prepotencia, el anestesiamiento de la función policial y el gatillo fácil del adolescente drogado que asesina al padre de familia, tres indios wichis pesan más o menos lo mismo que el gobernador, la modesta blitzkrieg personal de Varizat, la huelga de Intercargo, paralizando viajeros nacionales e internacionales, porque se investiga y se detiene a dos empleados por el robo de una saca con 80.000 dólares; el segundo homenaje a Fuentealba: 7.000.000 de niños sin clase, y la mentira nacional e internacional de los datos del Indec. Vamos a la deriva, en creciente disolución social y desprestigio internacional. Los vivillos triunfan, la corrupción hace proyectos a largo plazo, aprovechando el continuismo que creen triunfador. La viveza, la hija bastarda de la inteligencia, avanza en todos nuestros espacios.

Somos protagonistas de brazos caídos. Como resignados a que la Argentina haya sido una llamarada que sólo duró un siglo. (¡Para el primer centenario en 1910, mostramos para sorpresa y admiración del mundo el Colón, el palacio del Congreso y tantos símbolos y realizaciones del poder civil y de la cultura; éramos un país pujante y ordenado capaz de dar casa, alimento y trabajo a millones de emigrantes europeos. Ahora nos acercamos al segundo centenario y nos humilla mostrar el puesto 109 en la lista de corrupción y desconfianza internacional, o las taperas, algunas ya de tres pisos, de las villas miseria!)

Ahora somos un conglomerado melancólico, triste, como si ya no tuviéramos destino o no creyésemos más en él. Esto es el centro de nuestra parálisis colectiva. Es lo que nos enferma. La falta de fe y de pasión nacional.

En realidad es como si aceptásemos un tácito pacto de resignación. Una parálisis. En vez de voluntad, la noluntad nacional.

El pacto tácito de resignación nos inmoviliza ante la indisciplina (escolar, familiar, estatal, burocrática) y el bajón cultural-educativo-ético. Nos estamos transformando en un país grosero, agresivo, desamorado. Desde el tránsito hasta las barras bravas, pasando por un sindicalismo parcializado donde las huelgas van a contrapueblo, paralizando aeropuertos, cerrando avenidas, dejando sin clases a los educandos o sin subte a un millón de usuarios trabajadores. El gremio capaz de extorsionar gana. La única división blindada que puede cortar la Panamericana es la de los camioneros. Por cálculo y cobardía, el Estado se ausenta de la realidad y el país se anarquiza.

En lo que hace a seguridad interior, el país puede caer en un vandalismo desatado de consecuencias nefastas (y hasta puede haber grupos conspirativos que lo deseen). Debemos devolver los poderes legales y constitucionales a las fuerzas que garantizan el orden público: Policía Federal, prefectura, gendarmería, servicios de inteligencia. Urge restablecer el orgullo y la función esencial a las Fuerzas Armadas, que podrían, en caso de conmoción interior, ser convocadas como garantía del orden republicano o de la soberanía, como lo establece la Constitución.

Como quien tira el niño con el agua de la bañadera, los sospechosos supérstites del terrorismo se siguen vengando y humillando a las Fuerzas Armadas. Hoy somos ya un país indefenso. No tenemos ni aviones ni flota ni balas. No sólo perderíamos una guerra: perderíamos hasta un desfile. ¿Cómo no van a tener los ingleses la insolencia de pretender medio Atlántico Sur, como lo expresaron recientemente, si ven que la Armada argentina no tiene combustible ni para correr a los pesqueros depredadores? Como dijo Federico el Grande de Prusia: "Una diplomacia sin armas es como hacer música sin instrumentos".

El tácito pacto de resignación nos frena. Estamos como inmovilizados ante la caída institucional y de la misma infraestructura física, caminos, aviones, trenes. El poder laboral y creativo decrece. La burocracia es una máquina de impedir los impulsos. El trámite es humillación y experiencia kafkiana.

Una política cobarde y repetida finge motivos humanitarios de dejar en la realidad de fango, "paco", delito y degradación a esos miles que hay que sacar de la nada y llevar a la vida, con planes de vivienda y radicación productiva. Hasta hay resignados que hablan de urbanización de las villas miseria.

Pensamos mal, desde la hipocresía. Y actuamos mal, sin coraje, que es algo tan incómodo.

Igual pasa con la inseguridad, mal obsesivo, cotidiano y de todos. Ante la siesta de Arslanian y del ministro del Interior, que hablan de "sensación delictiva", nada se hizo para llevar la policía a desmantelar las matrices del crimen. Hay que crear fuerzas de prevención y de acción combinadas. Las fuerzas coordinadas son la forma de prevenir la corrupción. Nada se hizo y hoy el delincuente prolifera y no paga su culpa. ¿Seguir resignándonos hasta que sea nuestro país invivible? O tener la decisión que se tuvo en Nueva York, Los Angeles, París y tantas otras ciudades para erradicar con toda energía el crimen.

La candidata oficial ni siquiera se tomó el trabajo de disimular su continuismo disociándose de los hechos de corrupción flagrantes ni al desequilibrio de los poderes a favor del autoritarismo del Ejecutivo. El desgobierno que fenece nos deja con plena salud los cuatro jinetes del Apocalipsis: Pobreza, Inflación, Corrupción y Violencia. ¿Qué quiere decir la candidata cuando repite que debemos profundizar el supuesto "proyecto"? ¿A qué se refiere? Sus viajes iconográficos por el exterior le impiden explicar su programa de profundización...

Sin embargo, hay un grupo de políticos que aunque no estén unidos en un frente lo están en una conciencia de imprescindible reacción republicana. Todos ellos reflejan una voluntad de ruptura con la mala política, la corrupción y la mala gestión. Tanto Sobisch como Lavagna, López Murphy, Macri, Carrió, Rodríguez Saá, De Narváez, Sarghini y otros dan muestras de superar con sentido de servicio el sindrome nacional de abuso y beneficio personal del poder.

Pese a las estadísticas interesadas o pagadas o improvisadas, ya es de conocimiento en el medio político que la candidata oficialista no se impondrá en primera vuelta. (Costará a la senadora alcanzar el consagrador 40 por ciento.) Habrá una segunda vuelta en la que el pueblo argentino podrá apoyar al candidato opositor como a un verdadero liberador de una etapa de vulgaridad y atropello institucional. Este mal gobierno no debe ser premiado desde la resignación que padecemos. Debemos desplazarlo para renacer desde una decadencia ya intolerable para la idiosincrasia del pueblo pujante que somos. La mencionada realidad confiere a estas elecciones una dimensión dramática.

Sentimos que es hora de un despertar nacional. Votaremos por un renacimiento. Para restablecer la maravillosa máquina de vida que es la patria argentina.

En este octubre decisivo tenemos la posibilidad de lo que es esencial en una democracia viva: que el voto sea la expresión de nuestro dolor, de nuestro grito o de nuestra esperanza de progreso. Sería el octubre en que quebraríamos el pacto tácito de resignación. Esta es la tarea de nuestra generación, la más golpeada desde 1853.

Tendríamos que pensar en grande, como lo hicieron tantos países después de la Segunda Guerra. Deberíamos hacer un corte con nuestras desdichas y proclamar la Nueva República. Dejar atrás para siempre la batalla perdida de Malvinas, la quiebra colosal de 2001 y el kirchnerato.

Hasta deberíamos convocarnos para una nueva Constitución. Porque para esto sirven las constituciones: para pactar un nuevo ciclo, un renacimiento, y dejar atrás la etapa fracasada y dolorosa.

Esta Argentina triste, subdesarrollada, autodemolida, no da para más.

enviado por mail por un lector del diario La Nación.Gracias !Lo compartimos__

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