sábado, 6 de diciembre de 2008

Seguridad y mentira. por Jorge Fontevecchia



Todo habría cambiado en los años 90, cuando la política habría llamado a la Policía y le habría pedido una parte de su caja negra. La Policía habría resuelto el problema aumentando la productividad de su sistema de recaudación: en lugar de prostitutas y juego clandestino, como habría sido desde principios del siglo pasado, habría agregado la venta minorista de drogas, entre otras actividades. Cada vez que las últimas crisis minaron el poder de consumo de los argentinos (Tequila primero, default-devaluación después), la política no habría aceptado que los fondos que recibía de la Policía se redujeran: “Es problema suyo, mejore sus sistema de recaudación”, habría dicho. Para poder mantener actualizados sus aportes, la Policía habría tenido que ampliar su radio de acción a delitos cada vez más penalizados.
Esta historia, atribuible a la provincia de Buenos Aires, es un pequeño ejemplo de lo que sucede en México, donde los asesinatos y el narcotráfico a gran escala integran los sectores negociados por la política y la Policía corrupta, mientras que en la Argentina se tolerarían los desarmaderos, por ejemplo, pero no los secuestros y asesinatos.
Recientemente, Eugenio Zaffaroni, juez de la Corte Suprema, dijo: “No hay distribución de drogas sin connivencia oficial”. Es difícil, si no imposible, mantener delimitadas cuáles zonas del delito son liberadas y cuáles no. El comercio minorista de drogas desemboca en la producción y distribución de droga en alta escala y estos, a la vez, en los asesinatos. Cuando el consumo de drogas alcanza a personas sin recursos, el robo y consumo de drogas son parte de un mismo proceso de dependencia.
Ningún país vuelve a ser el mismo después del día en que se le pide a la Policía que aporte dinero a la caja política, porque más grave que el delito en sí es la degradación institucional de quien debería ser parte de la solución, transformado en parte del problema.
En alguna medida, esto también sucede con aquellos políticos que, en lugar de luchar contra la inseguridad, luchan contra quienes se quejan por la inseguridad. Aníbal Fernández, ministro de Justicia y Seguridad, por ejemplo, quien en lugar de aceptar con humildad la complejidad del problema y el estado de emergencia en que nos encontramos ideologiza el problema acusando al periodismo de ser agente de la derecha por poner foco en la inseguridad. O directamente, con el tacto de un elefante, ataca a familiares de las víctimas, como hizo con el hermano de Rodolfo, el chico por cuyo secuestro y asesinato se realizó ayer una de las marchas contra la inseguridad más numerosas de los últimos tiempos. Mientras tanto, el crimen crece sin pausa. Ayer también hubo otro asesinato conmovedor: el del ingeniero que llevaba los sueldos del personal de Macabi, en el Gran Buenos Aires.
Aníbal Fernández es uno de los varios gallos de riña que el Gobierno utiliza para difamar y amedrentar a todo aquel que piense distinto. Hace ya tres años, en esta misma contratapa, cité el libro de cabecera de esta gente: Dialéctica erística o el arte de tener razón expuesta en 38 estratagemas, de Arthur Schopenhauer. La erística es la forma degenerada de la dialéctica, con la que se disfraza lo verdadero para persuadir e imponer un razonamiento falso.
Cité algunas de sus técnicas: “Provocar la irritación del adversario y hacerlo montar en cólera, pues, obcecado por ella, no estará en condiciones apropiadas de juzgar rectamente ni aprovechar sus ventajas. Se lo encoleriza tratándolo injustamente y comportándose con insolencia”. “Si notamos que el adversario comienza una argumentación con la que va a derrotarnos, no tenemos que permitir que siga interrumpiéndolo o desviando a tiempo la discusión.” “Desconcertar y aturdir al adversario con absurda y excesiva locuacidad.” “Cuando se advierte que se va a perder, se procede ofensiva, grosera y ultrajantemente, pasando del objeto de la discusión a la persona del adversario, a la que se ataca de cualquier manera. Se trata de pasar de la fuerza del espíritu a la fuerza del cuerpo, a la bestialidad.”
Pasaron más de 200 años desde que Schopenhauer dijera que los erísticos eran “educados por la malicia”, pero si este filósofo de la Alemania de la época de Goethe visitara la Argentina actual, vería que poco han cambiado algunas cosas en algunas partes del mundo. La misma técnica de Aníbal Fernández la aplican los medios que fueron comprados por el Gobierno para difamar a los medios que se quejan y critican, dando vuelta su argumento verdadero, falseándolo, para usarlo en su contra.
Aristóteles distinguía entre aquello que estaba preocupado por la verdad –la filosofía, la lógica o la analítica, por ejemplo– de aquello que sólo estaba preocupado por la persuasión, como la erística. El Gobierno sabe que en determinados temas, como el de la inseguridad, entre otros, la razón no está de su lado y en lugar de mejorar incorporando la crítica prefiere quedarse en el cómodo arte de la apariencia sin percibir que, más tarde o más temprano, choca contra la realidad, como sucedió con la economía, que terminó demandando un cambio de planes (qué frase la de la Presidenta, quien lanzó anteayer su Plan de Contingencia explicando que venía todo bien en nuestra economía hasta que “de repente, apareció el mundo”) .
¿No merecería la inseguridad otro Plan B tanto o más urgente que la economía? En zonas como el norte del Gran Buenos Aires, la inseguridad se retroalimenta con la economía generando un desplome inmobiliario igual o mayor que la burbuja inmobiliaria mundial, porque la ola de asaltos y muertes hizo que no se abrieran nuevos comercios y las viviendas que no están dentro de un barrio cerrado fueran prácticamente invendibles o tuvieran que bajar a precios ridículos frente a un departamento en la Capital.
El único vinculo entre economía e inseguridad que el Gobierno dice percibir es el de exclusión y delito. Pero tan real como ese vínculo es el de la corrupción de las cajas negras de la política generadas con tolerancia al delito, o el de la pérdida de actividad económica que genera una fuerte ola de inseguridad que aplasta al desarrollo y la inversión en determinadas zonas.
¿No se puede ser igualmente duro con los represores de la última dictadura militar y, sin reblandecer un milímetro los meritorios avances realizados en la defensa de los derechos humanos de los años 70 y 80, con igual ímpetu y legitimidad luchar contra el crimen actual? ¿Por qué se ideologiza la seguridad de hoy y se confunde la Policía actual con la de los militares de hace tres décadas? ¿No sería superador que la política se preocupase de mejorar la Policía curándola de los vicios que la propia política exacerbó en su beneficio?
Es obsceno ver reír a carcajadas al ministro de Justicia y Seguridad junto al de Interior durante el anuncio de los 13 mil millones de pesos destinados a incentivar el consumo, mientras crece el número de muertes, sin darse por aludido. Los fondos necesarios para aumentar la seguridad de la población hubieran sido, y son, una inversión que podría haber generado tantos beneficios económicos como varias de las medidas reactivantes, pero desde hace cinco años el oficialismo decidió que la inseguridad no ocupa un lugar prioritario en su agenda, porque es un tema de la derecha. No sabe el favor que le hace a la derecha actuando así.

__ agradecemos perfil la nota y la caricatura___

Pero vayamos a 1 años atrás que escribía Jorge Lanata del ministro, en Perfil febrero 2007 :

Tiene una laptop conectada en red con su palm y mantiene, mientras charla, una displicente atención al chasquido del messenger cuando lo llaman al chat. Su nic es “Aníbal”, y la clave que usa para que lo reconozcan sus amigos informáticos es “toc-toc”. Así, “toc-toc”, como quien golpea la puerta. Razones de más para que Aníbal Fernández, el lunes pasado, estuviera en la redacción de El País de Madrid excitado y nervioso como un chico frente a una vidriera: iba a participar de “Los internautas preguntan”, una sección de la página del diario en la Web. Todo transcurrió con normalidad hasta las 11.40,cuando le tocó preguntar a “Daniel”:
­—¿Por qué viven en una inseguridad extrema cada día con tantos secuestros, muertes por esclarecer y robos casi por minuto? ¿Qué hace usted por remediar la situación de las personas indefensas?
—Lo que Ud. manifiesta es inexacto –respondió el ministro–. Los secuestros han desaparecido. No ha sucedido lo mismo en ciudades muy importantes de Latinoamérica. Con los homicidios ocurre algo parecido. Mientras que en Washington hay unos 300 homicidios cada cien mil habitantes al año, en Río de Janeiro hay 35, en Chicago o Boston 15. En mi país hay 5,8 y, particularmente, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 4,7. Como podrá observar, es comparable con España, que tengo entendido ronda los 2,8.Lo que hacemos cotidianamente es analizar el mapa del delito y practicar políticas preventivas.
Los resultados son altamente positivos.
A las 11.50 la sonrisa del ministro se había convertido en una mueca de compromiso. Entonces, llegó la pregunta de “perdizblanca”:
—¿Ud. es el mismo Aníbal Fernández, acusado de corrupción y narcotráfico en la provincia de Buenos Aires en tiempos de Duhalde?
—“Perdizblanca”, si Ud. me puede demostrar un solo hecho de corrupción que me comprenda, o algún proceso o alguna deuda pendiente con la ley, le juro que renuncio en el acto.
Cuatro minutos después preguntó otro lector bajo el nic de “Maradona”:
—¿Por qué el Gobierno no tiene planes concretos para combatir la inseguridad?
—El Gobierno tiene planes muy concretos para combatir la inseguridad. El tema es que no se consigue nada con su publicidad. Ello se practica. Los resultados obtenidos nos dan la razón.
El reguero de pólvora se encendió pocos minutos después en Buenos Aires y fuentes del Ministerio del Interior salieron a explicar que Aníbal F “pensó que le hablaban de Colombia, y por eso dijo que los secuestros habían desaparecido, teniendo a Julio López desaparecido. Le pidieron por favor a Télam que espere unos minutos para poder dar una respuesta”.
Con la aclaración, todo oscureció.

HEMOS SECUESTRADO A LOS NUMEROS. ¿NECESITAN UNA PRUEBA DE VIDA?
La actitud oficial frente a la inseguridad es similar a la que se mantiene en el INDEC, con una pequeña diferencia: donde dice “lechuga” debe leerse “vidas”.
Hace ya algunos años que dejaron de difundirse las estadísticas del área bajo el pretexto de que, al ser conocidas por el público, la “sensación de inseguridad” podría manipularse y aumentar. La provincia de Buenos Aires ha sido una excepción a esta regla, aunque presenta otras complicaciones a la hora de “ponderar” el índice. Mientras en el despacho del ministro de Justicia el silencio y la quietud son mayores que las de un templo shaolín, se supone que es ésa la oficina que debería recopilar la información de las provincias y la Ciudad de Buenos Aires, volcándola al link http://www.polcrim.jus.gov.ar.
Todo muy moderno, pero los acólitos de Iribarne tardan unos diez meses en procesar los datos; esto es, las cifras de 2005 fueron publicadas en septiembre de 2006.Para el Servicio Penitenciario Federal, las cifras tampoco están disponibles.


PRUEBAS FUGADAS. Según este documento judicial, Fernández estuvo prófugo de la Justicia en sus tiempos de intendente de Quilmes. El lo niega, como niega la realidad de la inseguridad en la provincia de Buenos Aires.


La vergonzosa operación de amedrentamiento contra los fiscales de Escobar por el caso Gerez ya mostró sus efectos colaterales: Julio Novo, fiscal general de San Isidro del fuero ordinario, prohibió a sus fiscales dar ningún tipo de datos a la prensa. “El caso Gerez/Lanata –dicen en los Tribunales del Norte– es un pésimo antecedente y ni Novo ni ningún fiscal general están dispuestos a perder el cargo por semejante pelotudez.” La cifra que Novo se niega a dar es la que indica unos treinta secuestros exprés por mes en San Isidro, la “estadística negra”. En Quilmes (que tiene competencia en Avellaneda, Berazategui y Florencio Varela), la fiscalía local contabiliza unos dos o tres hechos semanales, entre los cuales se detectaron casos de autosecuestros y otros, al no haber pedido de rescate, fueron derivados a la Justicia ordinaria. Se investigan en el Sur, actualmente, 23 causas de secuestros. La principal divergencia entre las cifras oficiales y la realidad se basa en cómo se caracteriza un secuestro: para el Gobierno, si a Ud. le apuntan a la cabeza mientras está manejando y roban su coche con Ud. adentro llevándolo luego a un par de cajeros o, eventualmente, como dama de compañía de un raid delictivo, todo eso no se trata de un secuestro, porque no existió un pedido de rescate a terceros. Según el protocolo, es ése un caso de “privación ilegal de la libertad”. De modo que si lo encañonan cuando está al volante, piense antes de hacer una locura, ya que ni siquiera será contemplado por la estadística.
Todas las fuentes consultadas coinciden en el “cambio de modalidad”: los secuestros extorsivos –largos, complicados y mucho más peligrosos para secuestrador y secuestrado– han sido reemplazados por los secuestros exprés, que comenzaron a crecer vertiginosamente, y son mucho más difíciles de investigar.




¡SUELTAME, PASADO!
Su gestión en el Lejano Sur y sus días de “buscado” por la Justicia forman parte de los fantasmas del ministro del Interior y volvieron a aparecer el lunes, cuando “perdizblanca” lo increpó en el chat madrileño. En otro tramo del chateo, un internauta le preguntó si tuvo alguna vez dinero en el corralito, y Aníbal F le respondió: “No me agarró ni el corralito ni el corralón. ¿Sabe por qué? Porque mis ahorros nunca estuvieron en un banco”. En efecto, según su declaración jurada presentada ante la Oficina Anticorrupción, el ministro posee $ 8.161 en una cuenta corriente, no tiene caja de ahorros alguna, lleva $ 9.000 en efectivo y atesora 34.000 dólares estadounidenses. Tiene, según él mismo declara, cuatro casas, cuatro departamentos y dos locales, todo comprado con ingresos propios entre 1987 y 2004: una casa de 3.700 metros cuadrados en Florencio Varela, otra de 488 en Quilmes, otra de 174 y una más de 85, también en Quilmes, donde posee dos departamentos de 88 metros cuadrados cada uno, otro de 100 metros y uno de 70, junto a un local de 193 metros y otro de 169. Sus autos conservan el bajo perfil: un Renault Clío y un VW Golf GTI. Aníbal se impuso como intendente de Quilmes en la elección del 8 de septiembre de 1991 con la lista del Frejupe y fue, a los 34 años, el intendente más joven en la historia de esa ciudad. Según recuerda Jorge Márquez en Al sur de la utopía, historia política contemporánea de Quilmes I, un interesante trabajo que estará en la calle en abril próximo, Fernández comenzó a trabajar en la función pública en 1983 como asesor contable del Concejo Deliberante. “En 1992, el año político –escribe Márquez– empezó con el intendente Aníbal Fernández defendiéndose de las imputaciones que se le formulaban por su decisión de alquilar el ex Sanatorio Alvear para que funcionaran allí los Tribunales Civiles y Comerciales. Se criticaba el alquiler del lugar en la suma de 22.000 dólares mensuales, más los gastos para refaccionar el edificio, que superaban el costo del mismo y generaron un serio perjuicio a la Municipalidad de Quilmes, que debe afrontar ese gasto con sus propios fondos.”

__ pasa el tiempo y todo sigue igual__________

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