jueves, 11 de diciembre de 2008

Raúl, mi primer hombre. por Nerina Sturgeon


Ese día tuve dos certezas: Alfonsín era el amor de mi vida y mi destino era ser diputada. Tenía 13 años y mi mamá me había llevado a la Plaza para que viviera la historia.

Parada sobre el cordón de la Catedral tenía una vista privilegiada del Cabildo. Y eran todos tan buenos que cada tanto llegaba a mis manos un largavista para que no me perdiera la salida de Raúl, ése al que el pueblo le cantaba que estaba con él.

En mi familia había (hay) dos desaparecidos de los que se hablaba poco. Se los mencionaba en el jardín, para que las palabras quedaran atrapadas en las ramas del níspero y no en las paredes, que a veces hablan. De esos años de niñez en dictadura lo que me había marcado, en realidad, había sido el robo de la camioneta a mi papá. Lo agarraron dos tipos de civil, lo encañonaron, “flaco, la necesitamos para un laburo, buscala mañana”.

Al otro día apareció cerca de la plaza de Hurlingham, con un puñado de balas y un par de anteojos negros de souvenir. ¡Qué miedo! El comisario dijo que eran montoneros. Yo, por las dudas, aprendí a escuchar el motor de la camioneta y el golpe de la puerta que me aseguraba que mi papá llegaba a casa sano y salvo.

Como los militares obligaban a mis padres, tíos y abuela Paulina a hablar al aire libre y los montoneros amenazaban la vida de mi papá, yo empecé a leer historia. El presente me asustaba, el futuro no me preocupaba y el pasado me permitía imaginarlo como quisiera. Los héroes y sus causas nobles. Moreno y el diario, San Martín y la Cordillera, Sarmiento y la escuela, Brown y la independencia. Ninguno había tenido miedo, ninguno había sido acallado o desaparecido o secuestrado. Al menos en aquella versión de la historia.

Sus muertes no me dolían como las de Lennon o Hugo del Carril. Sus uniformes y trajes tenían más sentido a mis ojos que los de Perón. Ellos no habían hecho autopistas, mundiales, no habían perdido guerras ni descuidado a sus tropas. Habían sido valientes, honestos y –eso aún me anuda la garganta– creían en que estaban construyendo a la Argentina.

Ese mediodía, con mamá y mi hermano Marcelo en la Plaza, yo me sentía una vecina de 1810. El sol en la cara, el sol salvador, cálido, dándole sentido a la lucha de mis héroes. Mi corazón niño henchido de orgullo soberano, de justicia. Era una idealista sin remedio y ya no viviría con miedo a que mataran a mi papá. Estaba sentenciada a luchar por la democracia.

Navegaba mi mirada entre una multitud casi alegre. Iban y venían las olas celestes y blancas y me dejaba embriagar por la rima “milicos, muy mal paridos, que es lo que han hecho con los desaparecidos”. Diputada, senadora, representante del pueblo de la Nación Argentina con el objeto de promover la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad... mi voz, la de él en el balcón del Cabildo. Lo veo, se parece un poco a todos ellos. Lo admiro, lo quiero. Tengo 13 años y ya sé que ése es el hombre de mi vida, que eso que dice me lo dice a mí, que defender al país es mi trabajo, que lo que haga de ahora en más será trascendente, que tengo la suerte de ser chiquita porque falta mucho para que me muera y voy a poder hacer las cosas bien, ayudarlo a cambiar todo lo que quiere. Tiene mucho trabajo. Voy a estudiar y cuando me reciba voy a ser radical. ¿Saco a Moreno de mi mesa de luz y lo pongo a Raúl?

Veinticinco años más tarde soy periodista. No hice nada trascendente ni deshonesto. Me alejé de Franja Morada cuando abandoné Ciencias Políticas en la UBA. Tengo miedo de que a mi papá lo maten cuando entra el auto al garaje de su casa o que a mi mamá le arrebaten la cartera. La política me parece un quiste maligno en el cuerpo de una sociedad de hipócritas y Cristina acaba de decidir qué hacer con mi jubilación. No soy emo, ni flogger, no tengo cirugías estéticas y creo en un montón de cursilerías como el respeto, los códigos, las leyes y la Constitución.

Cada tanto, también, recito de memoria el Preámbulo de la Constitución, me acuerdo de él y lloro.

__ excelente la nota de Nerina para Perfil a quienes agradecemos y con quien compartimos lo escrito___

2 comentarios:

Tom & Ricky dijo...

http://magiacritica.wordpress.com/2010/03/11/critica-sin-magia-magia-sin-critica/

Lista Negra dijo...

"(...) creo en un montón de cursilerías como el respeto, los códigos, las leyes y la Constitución", dice Sturgeon en el final de su nota. Les recomendaría a los lectores que no le crean nada. Tampoco cuando dice que no hizo nada deshonesto. Personas inescrupulosas, manipuladoras, mentirosas, soberbias y mala gente como esta "señora" le hace muy mal al periodismo y a la sociedad en general.