lunes, 7 de julio de 2008

Siguen llegando traidores.por Alfredo Leuco para Perfil



"El que siembra vientos, recoge tempestades "

La irresponsabilidad institucional de Néstor Carlos Kirchner dejó al país en una situación muy delicada. Su obstinada visión conspirativa y absolutamente alejada de la realidad transformó en un tsunami político contra su propio proyecto algo que apenas era una tormenta en un vaso de agua. Logró desatar nuevamente la furia del campo y elevar a la enésima potencia las distintas manifestaciones de la protesta que van desde las cacerolas hasta los Tribunales. Invirtió gran parte de su capital político para forzar la rendición incondicional del campo y –sin embargo– el conflicto sigue vivito y coleando. En su desenfrenada huida hacia adelante, Néstor Kirchner logró que volvieran las vallas y la Policía a rodear el Congreso y abrió algunas brechas muy peligrosas para la solidez republicana que vale la pena señalar:

1) Denuncia de golpe muy floja de papeles. Ya venía merodeando con acusaciones muy generales de golpistas y desestabilizadores. Mamporros tirados al aire que veían actitudes destituyentes a diestra y siniestra. Pero esta vez, avanzó mucho más de lo razonable al decir que quisieron echar a Cristina de la Casa Rosada. El político más poderoso de la Argentina, jefe del partido más importante, ex presidente y –como si fuera poco– esposo de Cristina tiene que ser muy serio y riguroso para plantear el tema más delicado que tiene una democracia, como lo es su propia existencia. Sin embargo, insistió con datos tan superficiales que ni un jefe de redacción dejaría pasar a un redactor en un diario. Habla vagamente de la logística de ex represores, cita una vez más a la patética amiga de genocidas, Cecilia Pando, y de los fierros mediáticos… En fin, alguien de la importancia de Néstor Kirchner no se puede dar el lujo de rifar su credibilidad asustando con un fantasma que tantas tragedias nos deparó a los argentinos. Si de verdad tiene información calificada sobre un intento de derrocar a Cristina, él debería presentarse a la Justicia con todos los papeles y pruebas posibles. ¿Será mucho pedir que la Justicia cite a Néstor Kirchner para que aporte lo que sabe y se investigue cuanto antes algo tan grave?

2) Al verbo asesinar lo carga el diablo. Hay palabras que no son gratuitas. Hay palabras que disparan con mucha puntería. No se recuerda que nadie medianamente representativo las haya utilizado en los últimos tiempos. Pero Kirchner todo lo puede. Su omnipotencia no tiene freno. Tuvo la temeridad de preguntar en un acto: “¿Qué van a hacer con nosotros, nos van a pegar, nos van a asesinar?”. Estaba condenando con toda razón a los patoteros que escracharon al gobernador Daniel Scioli en Olavarría y a otros que tuvieron las mismas actitudes de cobardía fascista. Es verdad que no se debería permitir un solo escrache más en la Argentina. Ya no hay lugar para cometer delitos con la excusa de la política. No se pueden permitir más cortes de ruta. Todos los reclamos son bienvenidos porque la democracia respira por ese pulmón. Pero nada fuera de la ley. Hay demasiada pólvora en los estados de ánimo como para no respetar las normas elementales. Los más energúmenos han descendido a los peores infiernos de la discriminación que pone a gorilas-golpistas-chetos por un lado y a negritos-vagos-piqueteros por el otro. Si esto crece, habrá triunfado la barbarie y tendremos nuestra civilización hecha pedazos. Por eso, no se puede menos que coincidir con Kirchner cuando repudia las agresiones. Pero sería más creíble si también rechazara explícitamente aquellos aprietes a dirigentes rurales en sus casas o en sus entidades que muchas veces protagonizan piqueteros que por lo bajo dicen que cuentan con el visto bueno de Kirchner. Muchos defensores de los derechos humanos y de la resolución pacífica de los conflictos firmarían un acuerdo de convivencia que dijera: “No más escraches ni patotas, ni cortes de ningún sector”.

3) Con la Corte Suprema no se juega. Resultó escandalosa la bravuconada de barrio con la que el presidente de facto se dirigió a Ricardo Lorenzetti para obligarlo a desmentir una información sobre sus contactos con la Presidenta constitucional. Al estilo chicanero universitario, sobreactuó diciendo que como el presidente de la Corte era un hombre de bien lo iba a hacer de inmediato. ¿En qué país el jefe de un partido político desde una tribuna le indica a la más alta autoridad de uno de los tres poderes qué es lo que éste debería hacer. La prudencia de una Corte Suprema independiente y de excelencia salió con elegancia del encierro mediante un comunicado que le recordaba al caudillo patagónico lo obvio: que sólo opina por sus resoluciones y que se ocupa de cuestiones de Estado y no de política.

4) Cobos habla en defensa propia. Haciendo gala de esa serenidad de espíritu y amplitud de criterio que tiene el kirchnerismo explícito, ya etiquetaron como traidor al vicepresidente de la Nación, que sólo quiso ayudar al proyecto del que se sentía parte hasta hace un mes. Siguiendo las indicaciones del manual del maltratador, enseguida le cortaron los víveres y el saludo. Todos los ultra K le pasaron facturas, hasta Pichetto y Alberto Fernández, que integraron todos los gobiernos peronistas desde Menem hasta la fecha. Para ellos, fueron varias las herejías que Julio Cobos cometió y por lo tanto difícilmente tenga retorno con los Kirchner. Pero lo que más los indignó, además de que recibiera al cardenal Jorge Bergoglio, fue que respaldara un proyecto distinto en diputados y que –¡vade retro, Satanás!– hablar con autonomía con los medios. Por eso Cobos remató comentando lo lamentable que sería si tuviera que pedir permiso para opinar o para cumplir sus funciones.

5) Con los periodistas en la mira. Apuntar contra cualquier persona con nombre y apellido desde un acto enardecido de los muchachos de la Unión Obrera Metalúrgica es llevar las cosas al límite. No porque esa persona sea el periodista Joaquín Morales Solá. No hay en esto un reclamo corporativo. Pero Morales Solá es una persona pública y conocida que no anda por la vida con custodios de la Policía Federal como Néstor, ni con escudos de la Gendarmería como Cristina en Chivilcoy. Acusar al periodismo en general o a algunos medios de comunicación en particular de ser los nuevos golpistas es ya una grosera agresión contra la libertad de prensa y califica la mediocridad de quien lo dice. Pero se debe tolerar para no censurar el debate público de opiniones, que es bienvenido si además es caliente y apasionado. No somos los periodistas, precisamente, los vigilantes de las expresiones críticas porque vivimos de eso y es la génesis de nuestro oficio. Pero una persona equilibrada y en sus cabales debe tener presente siempre el sentido de las proporciones. Los Kirchner ya han cometido esta peligrosa torpeza en otras ocasiones. Una vez Cristina amonestó a una cronista de un diario que gana un sueldo modesto y que viaja todos los días en colectivo como la mayoría de los cronistas. ¿No se dan cuenta de lo que pueden fomentar sus palabras aunque no sean sus intenciones originales? ¿Qué pasaría si mañana alguien golpeara o algo peor a los periodistas apuntados por los Kirchner? ¿Quién sería el responsable de esa tragedia? La palabra encendida de un presidente de un partido o de un país muchas veces motiva a sus seguidores más fanáticos a querer quedar bien con el jefe o a ser más papistas que el Papa. Kirchner no debe darles pasto a las fieras. Ni a alguno de sus amigos que se va rápido a la agresión y la acción directa, ni a alguno de sus enemigos que podría utilizar esto para atentar contra la paz social. La UOM significa muchas cosas en la conciencia colectiva de los protagonistas de los 70. Antonio Caló, su líder actual, cuando presentó a Néstor Kirchner en el escenario, evocó las figuras históricas de Augusto Timoteo Vandor, Rosendo García y José Ignacio Rucci, entre otros peronistas que fueron asesinados como parte del debate acerca de quién representaba mejor la estrategia de Perón. Ese no era el ámbito más adecuado para arengar con terminología explosiva contra nadie.

Aunque sea el lugar común más aplicado al campo, hay que decir que vivimos y se vienen tiempos de tempestades. Son las que cosechó el matrimonio presidencial después de sembrar tantos vientos. Los Kirchner no dejaron ni dejan que nadie los ayude. Ya vimos lo que pasó con Cobos o con la Corte Suprema, que con buen criterio quiso advertirles sobre la posibilidad de que se encuentren en la Justicia con un mal mayor. Los gobernadores y ex gobernadores de las provincias más involucradas les advirtieron de la bola de nieve que se estaba generando y que frenaba y enfriaba la economía. Los intendentes cristinistas casi le imploraron que hiciera un esfuerzo por identificar bien el problema. Hubo gestiones de último momento del chaqueño Jorge Capitanich, por boca de su ministro de Economía, y del santafesino Jorge Obeid, pero nada conmovió la verdad revelada de Néstor. Su bulimia de poder no le permite ver otra cosa. Concentra tanto el mando y es tan desconfiado a la hora de derivar tareas que su trayectoria lo delata. En Santa Cruz ni Sergio Acevedo ni Carlos Sancho ni Daniel Peralta, tres de sus grandes amigos, lograron reemplazarlo con satisfacción. Por eso Kirchner desestabilizó a los dos primeros y tiene siempre a tiro a Peralta. Ahora la cosa es más grave, porque la sucesión no es en la Gobernación. Es en la Presidencia de la Nación y la elegida es su esposa. ¿Néstor tampoco está conforme con Cristina? ¿Seguirá pensando que él puede hacerlo mejor? ¿Hasta dónde piensa seguir?

El Congreso de la Nación, que tenía la bala de plata para solucionar el conflicto e intentó recuperar prestigios y funciones perdidas, también fue sepultado por el gigantesco dedo patagónico. Los acusó de ser débiles con los poderosos y fuertes con los débiles. Los que sintieron su responsabilidad cívica y quisieron desinflar la confrontación, como Felipe Solá, quedaron una vez más del lado de los enemigos del Gobierno. Ayer fue agredido en el Congreso. “No hay lugar para los tibios”. “Quiero poner de rodillas al campo.” Son los dos pilares intelectuales sobre los que se afirmó la pétrea estrategia de Néstor Kirchner desde el principio. A los enemigos, ni justicia, según el viejo refranero. A los enemigos, ni agua, según Hebe y no Eva, la nueva jefa espiritual del movimiento. “No les tengan miedo a los medios”, les dijo Néstor a sus diputados. Y les pidió que tuvieran memoria para recordar el proyecto del que son parte. Muchos legisladores bajaron los brazos porque quedaron atrapados sin salida. Sus comprovincianos no los votarán nunca más, porque se sienten estafados y temen que Néstor tal vez los condene al olvido y al ninguneo.

Tanto despilfarro de poder político y de autoridad en la batalla contra el campo hace pasar la gestión de Cristina como una película antigua, lenta, en blanco y negro. Eclipsa, incluso, varios aspectos positivos entre inauguraciones o acuerdos sectoriales o la merecida medalla que Ingrid Betancourt le colgó en el pecho a Cristina por el rol protagónico que tuvo en los reclamos por su liberación y la de todos los rehenes de las FARC.

Supongamos que Kirchner logre arrodillar al campo, aunque sea coyunturalmente. ¿En qué posición queda el gobierno de su esposa? ¿Erguido y sin rasguños? ¿O arrodillado y lleno de moretones? ¿Cuál ha sido el costo y cuál el beneficio? El balance de sumas y restas hay que hacerlo recién cuando termine el ejercicio en curso. Pero, más allá del resultado final, hay dos lugares de los que el Gobierno no va a poder volver con facilidad: la irresponsabilidad institucional de Néstor y la fragilidad política de Cristina. Dicen que juraron no dejar las convicciones en la puerta de la Casa Rosada. No dicen dónde quedó el sentido común.

_____ como siempre excelente el artículo de Leuco ! gracias Perfil !____

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